Es habitual que quién quiere vender algo que le requirió mucho esfuerzo conseguir tenga el sesgo de sobrevalorarlo. El problema de este sesgo es que aleja la posibilidad de encontrar un interesado que esté dispuesto a pagar un precio superior al precio de mercado.
En el caso de las empresas esto también ocurre, sobretodo cuando el dueño ha dedicado muchos años de esfuerzo en hacerla crecer.
Desde el punto de vista de un comprador, lo que este analizará serán los flujos de caja que la empresa pueda generar de manera sustentable en el futuro, el riesgo del negocio (tasa de descuento) y qué tan ordenada está la empresa. Esto último tiene relación con contingencias que pudiesen aparecer y que podrían afectar la valorización de la empresa. Con todo esto estimará un precio de mercado.
Quién quiere vender su empresa debe pensar en los puntos anteriores y entender si se pueden cumplir de manera satisfactoria:
– ¿existe la información financiera/contable/comercial que permita entender y justificar los flujos futuros del negocio?
– ¿existe una estructura organizacional que sostenga el funcionamiento de la empresa (o mucho depende del dueño)?
– ¿están ordenadas las deudas, la propiedad activos, existen los contratos (arriendos, leasing, clientes, proveedores, etc.), cuál es la situación de los impuestos, hay contingencias laborales, etc.?
Para quién busca un buen precio de venta (dejando de lado el sesgo de sobrevalorar lo propio) es muy conveniente hacerse esas preguntas antes de salir al mercado a buscar interesados. Y por supuesto, trabajar anticipadamente en los temas que presenten debilidades que puedan afectar el valor de la empresa.
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